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Brechas democraticas: la consulta popular de los venezuelanos

 

 

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Por Aryadne Bittencourt y Fabricio Toledo de Souza (Traducción Santiago de Arcos)

“No estudie para ser político, la política vino a golpear a mi puerta, estaba en mi plato, en mi vida”. Hay algo realmente importante aconteciendo cuando el hambre se vuelve un asunto político para una persona. Cuando sobrevivir es una necesidad y al mismo tiempo un evento político. Algo realmente notable acontece cuando huir se vuelve no solamente el rechazo del hambre, la violencia y la muerte, sino que también el retroceso necesario para luchar.

Entre las centenas de millares de personas que dejaron Venezuela en los últimos años, cerca de 30 mil vinieron a Brasil, principalmente por la región norte del país. Solo este año, fueron 12,900 las solicitudes de refugio y otros tantos están juntando dinero para conseguir regularizar su situación. Y, como acontece con buena parte de las tragedias que involucran a refugiados, la crisis era anunciada desde la experiencia en primera persona.

Mientras los investigadores, intelectuales y “activistas” defendían la política chavista, los refugiados traían sus testimonios: videos de la brutal represión en las protestas, fotos de las filas inmensas a las puertas de los mercados; madres llorando porque no tenían comida para comprar, otras, porque no tenían medicamentos; muchos testimonios sobre el miedo de ser apresado o perder el empleo por tomar posición contra el gobierno.

Desde 2014, la tension en las calles se agravó, especialmente después que el conflicto entre el gobierno y el parlamento fue ganando mayor dimensión. Este año, el Tribunal Supero de Justicia, con respaldo del gobierno, anulo diversas iniciativas del parlamento, donde la oposición tiene la mayoría, dentro de un contexto de conflicto entre los poderes del Estado venezolano (Ejecutivo, Legislativo, Judicial, Electoral y Ciudadano). El Tribunal Superior llego a calificar las decisiones legítimas del Parlamento como ‘desacato’ e intenta usurpar sus funciones.

La verdad es que este escenario prolongo e intensifico, con la promesa de volverse aún peor, el aumento exponencial de las solicitudes de refugio de los venezolanos en los últimos años, siendo la demostración inequívoca de una crisis que se está agravando dramáticamente. Lo que hay de importante en esta crisis, entretanto, no es el surgimiento de un nuevo flujo de desplazados, engrosando las estadísticas que apenas empeoran desde el siglo pasado. Lo importante, si, es la emergencia, en este desplazamiento y a partir de él, de un espacio para luchar. Un espacio suficiente para que los refugiados, migrantes, exiliados, o como quiera que les llame, puedan sobrevivir en tanto luchan y luchar por la vida que desean

Es tal vez como un fuerte soplo de vitalidad que se pueda entender la inmensa participación de los exiliados venezolanos en la consulta popular convocada por la Asamblea Nacional, realizada el último 16 de julio. Con casi 700 mil votos de electores dispersados por más de cien países por el mundo, junto a los 7 millones de votos en el país –con un universo de 19,5 millones de personas habilitadas para votar- los venezolanos respondieron con un inmenso “NO” a las pretensiones del actual presidente Maduro en convocar una constituyente extraordinaria.

El resultado de la consulta dejo en evidencia la insatisfacción de la población con la gestión política actual. Y, más aun, señala la real probabilidad de que Maduro pierda en una eventual elección presidencial directa, lo que explica la intensificación de la violencia y de la represión del régimen chavista contra las movilizaciones democráticas. En el esfuerzo por mantenerse, a pesar del derrumbe de la economia, del hambre y de su ilegitimidad, Maduro decidió aumentar la represión. A ella convergen grupos ligados a la corrupción –que quieren mantenerse en el poder a cualquier costo- y los “colectivos” que hacen el “trabajo sucio”, apuntados como responsables por los asesinatos de manifestantes opositores. Ante esto, se repite lo que ya aconteció durante las purgas stalinistas y las grandes tragedias del hambre en la URSS y en la China maoísta: se desmoraliza a los opositores y se defiende ciegamente el socialismo del siglo XXI

A pesar del expresivo rechazo al gobierno, no hay demostraciones de que este quiera retroceder. Las próximas semanas, entonces, deben volverse aún más tensas, con un aumento de las protestas y de la represión: en los últimos meses, más de 90 personas han muerto en las protestas, millares han sido apresadas y muchos civiles han sido juzgados por tribunales militares. También hay declaraciones oficiales – sin restricciones – de distribución de armas a las milicias.

La violencia no es el resultado de la crisis, ni su causa, sino que la gestión irresponsable por parte del régimen: manifestantes reprimidos, los opositores silenciados, mientras cerca de un 70% de la población venezolana vive en situación de pobreza, con una cesta básica cuyo valor se acerca al de 17 salarios mínimos. El hambre puede ser medida: en estos últimos años, la población perdió en promedio 9 kilos. Existen también denuncias de oficiales del gobierno saqueando casas.

Por estas y otras razones, la consulta popular no puede ser tomada solo como una manifestación de los partidos de oposición, cuya credibilidad entre la población también es baja. Seria equivocado, entonces, reducirla a los términos de una disputa partidaria. Especialmente si se tiene en cuenta que el 36% del electorado del país compareció en las urnas, en base a una convocatoria independiente de la oposición, con el resultado de un 98% de votos contra Maduro. Que los partidos de oposición no sean santos ni puros, eso tal vez no sea lo más relevante, lo que es interesante es que la consulta se haya realizado sin la “legitimidad estatal”, según las líneas de una real radicalización democrática.

La gran participación de los exiliados, de los migrantes y refugiados en los puestos de votación de la consulta popular, demuestra que la legitimidad está siendo construida desde “abajo” y que el rechazo a Maduro rebasa la disputa partidaria. Y, más aun, rebasa (o tiene el potencial de desbordar) el esquema político representativo. El éxodo no es solamente la denuncia de cuan insoportable se tornó vivir ahí, sino que también es la denuncia de que las instituciones y las representaciones han sido cuestionadas y puestas en crisis.

Testificar como los exiliados “improvisaron” para hacer posible la votación, levantando las tiendas que se convertirían en los “puntos soberanos”, hace de este evento algo mucho mayor de lo que parece. Fueron millares de votos en doce ciudades brasileñas. Reducirlo a una disputa entre partidos – una disputa local con la cual nadie se quiere identificar o asumir su identificación- tal vez sea una lectura anacrónica de los hechos.

Interesa verificar ahora si existe una salida a la crisis venezolana que pueda nacer fuera y a pesar de las disputas políticas e ideológicas puestas por los partidos y grupos actuales. Una salida más allá del chavismo, y sus reincidencias nostálgicas, basadas en un socialismo indiferente a la vida de la población. Y que pueda, por otra parte, eludir las políticas de austeridad y reducción de derechos anunciadas por los partidos de oposición. Una brecha que se traza desde abajo, capaz de vencer los obstáculos e impasses de la política representativa tradicional y también los impasses y reveces de los recientes ciclos de luchas que se sucedieron en América Latina y el mundo.

En el éxodo venezolano tal vez existan elementos y condiciones que puedan inspirar tales brechas o al menos aceleren las condiciones subjetivas para su nacimiento. La desesperación vivida por aquellos que huyeron no determina necesariamente los cambios o la lucidez suficiente para esto. Ni, por otro lado, excluye el deseo de libertad y de una vida mejor. No se trata de esperar algo puro, bueno y definitivo. De lo que si se trata es de escrutar lo que emergerá de eso: cómo las indignaciones se organizaran.

 

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